lunes, 1 de julio de 2013

Un jefe de Protocolo no es un organizador de bodas

Rafael Vidal y Gómez de Travecedo, licenciado en Derecho, jefe de Protocolo de la Diputación de La Coruña, y presidente de la Asociación de Técnicos de Protocolo de Galicia, la más antigua de España, en su clase, sabe de lo que habla cuando afirma que un evento no es una ceremonia. Rafael no tiene el grado de Protocolo ni creo que piense tenerlo nunca. Claro que para algunos, no pertenece a la nueva profesión real. Para algunos.

El proceso comercial-reduccionista que pretende reinventar, con varias líneas de producto, la profesión de Protocolo, convirtiéndola en un sindicato de actividades diversas, pese al corifeo que lo acompaña no va a ayudar en nada a los fines que dice perseguir.
Pondré un ejemplo para que se entienda mejor qué quiero decir. Y recurriré a un símil militar. En la guerra, los Estados Mayores, planean, desde una perspectiva global, una determinada acción; es decir, estratégica. Y para ejecutarla, se cuenta con las unidades tácticas (en el caso concreto de España, la unidad táctica básica de Infantería es la brigada, formada por batallones, éstos por compañías, éstas por secciones, y éstas por pelotones, los pelotones por escuadras y las escuadras por individuos. En cada escalón, un mando, desde general a cabo.)
La estrategia diseñada por el mando se convierte en acciones tácticas que desarrolla cada escalón siguiente y subsiguiente para alcanzar los objetivos marcados. El jefe de Protocolo es como un general, un estratega, con visión general de los objetivos del acto o la ceremonia que debe llevar a cabo. Su función no es colocar las sillas ni organizar el refrigerio. Su función es diseñar, de manera estratégicamente global, el acto y encargar a los escalones subsiguiente todos los pasos, tácticos, para llevarlo a cabo.

Pero por el camino que vamos parece que quieren convertir al jefe de protocolo en un organizador de bodas y bautizos. Y no es eso. Un estratega puede organizar una batalla, pero también una acción civil de desplegar una unidad en socorro de una emergencia. Su perspectiva le permite concebir los planes y demandar o disponer los recursos en orden al éxito de la acción a emprender.
Como su visión es global, su formación debe serlo. Casi resulta pintoresco la imaginación creativa de los circuitos comerciales para inventarse carreras, salidas, especializaciones y pretendidas novedades de lo que no es otra cosa que lo mismo. Como profesor de Comunicación institucional y corporativa debo confesar que me asombra la naturaleza de algunas cosas que se anuncian por ahí con imaginativos reclamos presentando inventos realmente curiosos.
Por ejemplo, un director de comunicación, tanto de una institución como de una entidad o empresa, funciona básicamente a partir de los mismos esquemas, determinados por los objetivos a cubrir, los medios con que cuenta, los públicos a alcanzar, y la respuesta y prevención ante situaciones de crisis, relaciones con los entornos y eventualidades. Un buen director de comunicación, como demuestra la experiencia, puede estar hoy en una fundación privada y mañana en el Tribunal Supremo. Dentro de ese mundo, el trasiego es muy fluido, variado y permanente.

Quieren quieran creerse las milongas pueden descubrir algún día la cruda realidad. Yo espero que los profesionales de Protocolo, las asociaciones que los engloban, los profesionales solventes, no estén dispuestos a echar por la borda el valioso capital que poseen, generado por el trabajo y la experiencia de la profesión real, la verdadera.

 

 

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